lunes, 20 de septiembre de 2021

SER ESPIRITUAL: HABLEMOS DE ESPIRITUALIDAD...


PSICOLOGÍA POSITIVA O  POSITIVIDAD TÓXICA


La psicología se describe a sí misma como una ciencia que trata del estudio del análisis de la conducta y de los procesos mentales de los individuos; entender la mente humana,  implica entender el pensamiento que incluye, determinados contextos, funciones y procesos relacionados al lenguaje, la memoria, el aprendizaje, la percepción, las emociones y la voluntad. Lo anterior, con el propósito del conocer cómo somos y cómo actuamos de determinadas maneras. Como toda ciencia, la psicología, se vale de la observación; sin embargo, ¿cómo se observa un proceso mental? he ahí el meollo del interrogante;  pues, un proceso mental no se puede ver; lo que sí se puede,  es inferir que los demás tienen conciencia a través de sus comportamientos, de sus actos, de sus gestos, de sus miradas, de su lenguaje; pero, nunca, se puede entrar y observar directamente la conciencia de un sujeto. Nunca,  podemos ocupar la mente de otro ser humano. Por tal razón, es tarea del ser humano aprender acceder a su propia mente y esta tarea implica percibir y analizar la estructura de sus propios procesos cognitivos; es decir, el entender la organización y la forma que tiene la mente al momento de recibir, almacenar y procesar toda aquella información y sensaciones que llega del ambiente a partir de los datos que aportan los sentidos para así, permitir al humano percibir, interactuar y manipular, de manera coherente, la información del entorno para poder comprenderla y asimilarla dentro de la realidad.  

Todos estos procesos mentales, y entre estos el pensamiento, conllevan a tomar decisiones y resolver los problemas que se presentan en la vida cotidiana; ahora, para poder llevar a cabo estas acciones, la subjetividad (al percibir la realidad como el conjunto de factores y situaciones reales que la persona vive a diario) determina y describe la forma de visión que se tiene ante los acontecimientos que se están viviendo y, quizás, ciertas cuestiones tales como traumas del pasado resulten difíciles de superar como, quizás, ciertas circunstancias que, ajenas a la voluntad, impiden el avanzar y disfrutar de la realidad que se vive.

No todo lo que sucede y se planea en la realidad se somete a la persona y el hecho de haber presenciado, sentido o conocido algo o alguien, a través de la experiencia, pueden modificar la mente a partir del cómo esas circunstancias influyeron en la forma del conocer del sujeto;  al decir del filósofo español Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia.” Quizá, esta frase permita revelar que la realidad,  con situaciones adversas  y con situaciones favorables, interviene en los constructos que se forman en el pensamiento a través de vivencias u observaciones que luego se manifiestan en el comportamiento del individuo para adaptarse a una nueva situación.  Por tal razón, conocer la mente involucra el saber la relación que existe entre las ideas, el lenguaje, la emoción y la conducta. Las ideas (concepto o representaciones mentales vinculadas con las categorías de pensamiento) se expresan a través del lenguaje y la conducta; las ideas,  pueden ser elaboradas (a partir de un orden racional) voluntariamente en la mente o involuntariamente a través de un estímulo externo; de tal modo que, las ideas pueden  generar un estado emocional que influye en el proceso cognitivo o, también ocurre en sentido contrario, que las emociones generen ideas o pensamientos durante el proceso cognitivo; así que, las emociones y el proceso cognitivo están intrínsecamente unidos y en doble dirección. 

Usualmente, se entiende como  emociones las reacciones que el ser humano experimenta por medio de sentimientos como: cariño, envidia, celos, alegría, tristeza, pánico, ira; etc. Para los filósofos de la antigua Grecia, como Platón, en su obra la República, manifiesta las emociones a través de términos como el dolor o el placer y el exceso de alguna de estas emociones puede afectar la razón del hombre; por tal motivo, es deber del humano conseguir el placer sin la exageración. Por su parte, Aristóteles, piensa que las emociones son facultades emotivas que pueden trasformar al individuo  y afectar el juicio por medio de impresiones acompañadas de placer y dolor; para el filósofo estagirita, las emociones se asocian al amor, el odio, la envidia, la caridad, el temor, la confianza, la compasión, la crueldad, la cólera, la calma; etc. Respecto a las aportaciones de los estoicos, filosofía de vida, indican que las emociones pueden convertir a la razón en esclava como resultado de los juicios que el individuo tiene del mundo. Los estoicos, son considerados como los precursores en estudiar las emociones partiendo de una valoración cognitiva; además, del enseñar que el hombre tenía que vivir conforme a su naturaleza entre emociones disruptivas (miedo, tristeza, rabia) y constructivas (alegría, gratitud, esperanza, serenidad). 

Desde la psicología, los sentimientos son el resultado de las emociones como experiencias subjetivas y son relativos a una situación; ahora,  para crear un sentimiento, se necesita un estímulo y una o varias emociones dentro del proceso cognitivo. Por tal razón, los sentimientos, no son  semejantes entre las personas; es decir, un masoquista puede sentir placer al golpearse superponiendo el placer al dolor; por lo contrario, un individuo que no sea masoquista, sentirá  dolor y lo manifestara con rabia o tristeza. Según el psicólogo  Paul Ekman, existen 6 emociones básicas que son: Ira, tristeza, sorpresa, felicidad, miedo, asco; luego se suma una séptima que es el desprecio.  Posteriormente, la Dra. Gloria Willcox, parte de las emociones de Paul Ekman y construye la Rueda de las Emociones como herramienta para identificar los sentimientos y emociones específicas que experimenta el individuo en determinada situación.  De esta manera, conocer las emociones, permite al individuo no sólo a conocerse mejor así mismo; sino,  el disminuir los riesgos de desarrollar cualquier tipo de sintomatología asociada a la depresión y a la ansiedad; así que, al ignorar emociones, rotuladas como “negativas” que se manifiestan a través de frustración, rabia, tristeza, soledad, temor, duda...;  se puede desarrollar problemas de salud mental o incluso la enfermedad. Cuanto más se desea ocultar las emociones rotuladas como “negativas” más fuerte y más intensa se hace la guerra dentro de la mente y el no aceptar lo que se vive o vivió, como experiencia dolorosa e hiriente, hace más difícil el reconocer el problema ante la manera de actuar con los demás y ante los cambios que emerjan del estado físico. Rechazar o enmascarar los sentimientos “negativos”, porque hacen  débil al individuo, es la estupidez más grande del desfavorable y exagerado positivismo. Este positivismo nocivo o tóxico, se basa en negar las emociones o sentimientos que no se manifiestan como bien o bienestar en el sentir del sujeto y lo que hace es generar actitudes evitativas al eludir emociones o sentimientos como: la tristeza la ansiedad y el miedo; por temor del rechazo, crítica o humillación ante ciertos estilos de pensamientos que emplean y sostienen actitudes de falsa positividad. Es un hecho que, existe una interconexión entre lo que pensamos, nuestras emociones y nuestro funcionamiento físico; por tal razón, no se puede separar de la vida diaria el cuerpo de la mente y no se debe reemplazar las emociones "negativas" por emociones "positivas."; se trata es el aprender a identificar el cómo nos sentimos momento a momento para así poder descubrir, conocernos y aceptarnos por medio de patrones emocionales o conductuales.

Martin Seligman, psicólogo y escritor estadounidense, reconocido por ser pionero de la psicología positiva; expuso, que la psicología necesitaba dar, desde un punto de vista científico, pasos nuevos al estudiar todo aquello que hace feliz al ser humano.  No obstante, el término, propuesto por Seligman, de “psicología positiva” se ha convertido, al tratar de trasformar la realidad y al cambiar pensamientos negativos en otros más positivos, en el mayor sacrificio emocional al invalidar la auténtica experiencia emocional humana. Las emociones,  son un termómetro que advierte y protege al humano durante el proceso del existir en una realidad plagada de  circunstancias. El humano no sólo nace para ser feliz, el humano nace para sobrevivir dentro de un mundo que ha superado los 7 mil millones de personas; y las posibilidades, condiciones, ambientes, escenarios y contextos existenciales de cada individuo son tan diferentes que es hasta  irrazonable el negar las circunstancias del otro por medio de consejos o falacias positivas. El positivismo nocivo o toxico,  pone una venda en los ojos y pretende hacer ver las situaciones, las cosas o a las personas de un color rosa donde realmente no está el color rosa y estos consejos, que no son científicos sino puramente ideológicos, suelen ser promovidos por amigos, familiares, compañeros de trabajo  influencers, famosos de todo tipo, coaching o, algunos, psicólogos, que con las mejores intenciones, lo han promovido en pro de un bienestar y sin embargo, los efectos obtenidos han podido ser contraproducentes en algunas personas. Con la psicología positiva tóxica, no se puede pretender que la persona deseche los sentimientos negativos por no ser adecuados al contexto que vive o pretender que si  no se goza de una vida placentera es porque algo falla en esas dimensiones mentales que no permiten construir una buena vida. Coaching,  no es psicología y este término, en muchas ocasiones, es usado  de manera oportunista para nombrar actividades como: desarrollo personal y profesional, charlas de carácter motivacional, consejería, planteamientos filosóficos y existenciales o incluso terapias. 

Es importante comprender que el ser positivo no es un estado de ánimo es una construcción ideológica y la felicidad no se puede convertir en esa búsqueda incesante y frenética por evitar el sufrimiento o la sensación del fracaso; el ser humano,  posee un abanico de amalgama  emocional y es totalmente valido el sentir la tristeza, la frustración, la rabia, la ansiedad o la envidia;  y acallar estas emociones y sentimientos, es aniquilar esa parte del ser humano que nos recuerda lo imperfecto y lo vulnerable que se es en el mundo. Repetir frases hechas, como mantras, con muchas reflexiones esperando a que el universo confabule a favor y se cumplan todos los deseos; es negar las situaciones dolorosas y dañinas de la vida y es pretender ver la realidad con sólo un ojo. La psicología positiva, con técnicas aplicadas correctamente y desde los procesos cognitivos,  puede ser una experiencia útil, pero aplicada de forma irracional genera prototipos de  personas que, sin reparar los privilegios o suerte  que ha  tenido en sus realidades, se atreven a señalar y hacer culpables a quienes no le salen bien las cosas porque al parecer, para ese prototipo de personas “positivas”  el expresar las situaciones que no se ven o no se sienten bien es ser fuente de negativismo y malestar. La terapeuta y psicóloga británica Sally Baker, considera que el esconder las dificultades mentales tras máscaras de positividad tóxica, potencian los  síntomas de malestar en el cuerpo. "El problema de la positividad tóxica es que es una negación de todos los aspectos emocionales que sentimos ante cualquier situación que nos plantee un desafío", dice Baker.

Por consiguiente, conocer la mente no sólo implica el combate sino que sentencia al humano a la lucha contra sí mismo durante el tiempo de su propia existencia;  y el desconocer la mente, implica omitir los enemigos intangibles con consecuencias tangibles. Los tiempos del COVID, no sólo son una época atípica y extraña, son la ventana para advertir que el enemigo que vemos en los demás suele encontrarse originariamente en nuestro interior y “El hombre no tiene enemigo peor que él mismo.” Las emociones o sentimientos negativos no pueden ser ignorados, deben ser aceptados e identificados para saber reaccionar a sus manifestaciones  
fisiológicas como posibles amenazas; pues se ha demostrado que,  la intensidad y frecuencia de ciertas emociones puede afectar seriamente el organismo humano llegando a ocasionar en el individuo lo que se conoce como trastornos psicosomáticos; es decir, cuando lo factores mentales influyen a la iniciación o al empeoramiento de un determinado padecimiento físico. Conocer la mente, es experimentar todas las emociones del espectro y, desde el acto del pensar, ser consciente de cuál es la situación y la emoción que se está viviendo; identificar emociones negativas, permite al humano comprender lo que está ocurriendo, sin mirar para otro lado y sin la presión del sentirse bien en todo momento. Es validar en lugar de ignorar; por ello,  ser autentico trae consigo el reconocer y expresar el sentirnos mal y saber que esos sentimientos también pasarán.   
En consecuencia, cuando alguien te comparta su estado de ánimo negativo, en lugar de tratar de silenciar esas emociones con bombardeos de falacias positivas o prejuzgarlo de la tan mala suerte que se genera a sí mismo por no pensar en “positivo”; atrévase a escuchar; quizá,  es la mejor opción; porque, al momento de escuchar, se genera no sólo un mundo interpretativo sino que implica comprensión del asimilar lo que ocurre en la persona que se siente mal y, de este modo, el poder ayudar a esa persona.  Por tanto, se vale responder, a la pregunta ¿cómo estás?: estoy mal, me siento normal, no fue un buen día, no todo está bien, nada funciona...Porque, ya es suficiente la batalla que se libra en la mente del individuo, ante sus circunstancias adversas, como por sentirse mal y soportar el sentimiento de culpa que desean instaurar “los prototipos positivos.”

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ESPIRITUALIDAD Y PSICOLOGÍA


La dualidad cuerpo y alma ha sido el eterno secreto que ha tratado de resolver el pensamiento humano a lo largo de la existencia. Se llama dualismo,  porque son dos conceptos antagónicos pero a su vez  se afirman en una correlación independiente y hasta mística. Desde el ver filosófico, el cuerpo es corruptible y el alma imperecedera; así, se ejemplarizó en pensadores como Pitágoras, Platón, Descartes (…); entre otros, que decidieron afrontar esta dicotomía a través de métodos y procesos fundamentados desde la cognición de sus experiencias.
Estos cuestionamientos, de tinte existencialista, son los que impulsan al individuo a buscar respuestas ya sea por vías metafísicas, científicas, espirituales o psicológicas; todas con el propósito de calmar la necesidad de interrogantes con los que, de manera inconsciente se  pregunta de manera consciente.

Considerar la relación espiritualidad y psicología, no resulta una cuestión tan simple; mientras el primer término se inclina hacia una dimensión esencial y trascendental del individuo que implica la intención de experimentar y encontrar respuestas en estados especiales, más allá de lo humano en sus cuatro dimensiones: cuerpo, mente, espíritu, emociones; el segundo término - en su génesis psikhé,  “alma” y “logía, “tratado o estudio”- se centra en cuestionar las facultades operacionales de la psique del individuo y del cómo sus estados emocionales pueden ser afectados y a su vez afectar ciertas conductas comportamentales. 

La espiritualidad, como cuestión existencial, se oculta de la vida cotidiana e inquieta al humano adoptar y llevar prácticas  que generen posibilidades a una vida con más esperanza; también existen técnicas que emplean la meditación y permiten focalizar el pensamiento al lograr estados de mediación entre la naturaleza psíquica, la realidad y las emociones. El arte,  también es usado, por algunas personas, como una técnica para lograr estados sublimes y próximos a la indagada  espiritualidad;  la cuestión es no confundir, dentro del uso de cualquier práctica o técnica,  el sentido de la espiritualidad por el sentido de la moralidad; este último, se inclina hacia el desarrollo de “buenas” prácticas que permitan el bien para nosotros mismos y para los demás. Cuando a la espiritualidad le asignan cualidades tales como la compasión y la justicia como medios a un fin espiritual; se estaría, directamente, relacionado con prácticas que permitan desarrollar la virtud en el individuo y aunque,  estas prácticas pueden ser favorecedoras  entre las personas que la aplican u orientan; la cuestión es,  el no caer en estados de fanatismo usados para lucros personales que ofrecen el bienestar espiritual. Lo que parece claro es que la dimensión espiritual diferencia  al humano de los otros seres vivos. Las personas, tienen necesidades espirituales y, muchos individuos, desean el vivir y no sólo el existir dentro de una cadena bilógica planetaria pues, desean encontrar el secreto de esa paz interior anhelada. 

La relación espiritual y psicológica,  se considera, desde la psicología transpersonal, como continuación natural de la Psicología Humanista (Maslow, Rogers, Frankl y otros) y su objetivo (en sus conceptos y sus técnicas) es que los seres humanos busquen el sentido de sí mismos y trasciendan la relación con la realidad para identificarse con una conciencia mayor. A la psicología transpersonal, se fusiona el espiritualismo oriental que por medio de técnicas de relajación y autocontrol emocional permiten hacer más llevaderas ciertas patologías causantes de bloqueos emocionales, fallas del carácter o comportamientos adictivos; entre otros. Los caminos hacia la espiritualidad existen,  pero su búsqueda no es fácil para los mortales que la ansían más aún si estos mortales,  son guiados por otros mortales con cúmulos de errores desde su dimensión psíquica y espiritual. 

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