DEPREDADORES Y PRESAS
- Psicópatas-
El humano lleva por dentro cierta perversidad y esta perversidad hace, de unos u otros, el arquetipo de un depredador social al desdoblar de una manera diferente y distinta la óptica del mundo. ¿Acaso somos la única especie que ataca premeditadamente y no por instinto? ¿Acaso existen individuos que, por naturaleza, no son conscientes del dolor que provocan en los demás’? O ¿por qué, algunos seres humanos, asumen el mal como un comportamiento natural? Thomas Hobbes, en su obra El Leviatán, piensa que "El hombre es un lobo para el hombre." Esta frase es la metáfora que indica al hombre, confuso monstruo, capaz de realizar atrocidades y barbaridades, incluso, contra su propia especie. Sociólogos, filósofos, psicólogos y hasta investigadores (interesados en la neurociencia), se han preguntado al respecto y, aunque, pensadores como Arthur Schopenhauer, señalaran que el mal tiene un punto de partida incontestable: nosotros mismos o Friedrich Nietzsche, que va un paso más allá al poner el origen del mal no sólo en el ser humano, sino en la propia naturaleza; no dejan de representar, estos interrogantes, matices de pensamientos que conducen a un problema interminable que, en ocasiones, da por relativo consecuencias a causas, de los actos humanos, que son injusticias y sufrimientos a otros. Para el filósofo inglés, Thomas Hobbes, la conducta perversa en los humanos se puede demostrar desde la infancia, al simular algo que no es y que no se siente con actitudes de mentiras o, al destruir a un ser vivo sin tener el más mínimo reparo.
Cuando un lobo, depredador, persigue a una liebre, al lobo no le importa en absoluto los sentimientos de su presa; no entran en su conciencia; por tal razón, no sienten culpa, no siente un mal. Así mismo, existen algunos sujetos, inmersos en la sociedad, que no son conscientes de la cantidad de sufrimiento que pueden infligir a los demás; carecen de valoración moral y las consecuencias o causas de sus actos nunca serán ni buenas ni malas. Son sujetos que, desde el psicoanálisis, obran con maldad y que a través de sus actos manifiestan pensamientos destructivos, son criaturas con características anómalas contra el sistema y a “la moral.” De hecho, se aclara que al hablar de perversión no es sólo hablar de lo sexual; sino, también, del actuar del sujeto que bien conoce y entiende la ley pero que al mismo tiempo la cuestiona, la desafía y la provoca hasta el punto del no respetar la subjetividad del otro y producir la experiencia de la angustia del lado de la víctima; sus actos resultan éticamente cuestionables. Entienden las reglas de juego, entiende las normas y conocen perfectamente el comportamiento pero nunca piensan en el sentir de los demás; por eso, no les preocupa el repercutir de sus acciones; para Lacan, este tipo de comportamiento corresponde a un canalla que (ni siquiera amparándose en una determinada ideología) le gusta hacer el mal, “es el mal por el mal.” En este sentido, “el psicoanálisis sostiene que la decisión de un analista va a ser la de no dar análisis a un canalla, término con el que Lacan refiere a aquel que cree que sabe lo que es el bien para el otro, el perverso que se ubica en ese lugar de ser el que sabe del goce y, como sabe más que el neurótico, le va a enseñar a gozar.” (1)
La psicopatía no tiene límites y se podría aproximar a un alma que puede actuar y desempeñar muchos papeles en el escenario de su propia vida, tiene un repertorio de conductas muy amplio y logra pasar desapercibida ante las víctimas; suele ser confundida con la sociopatía, pero manifiesta ligeras diferencias, no siempre visibles para la población normal. Son sujetos depredadores en busca de presas… Juega con el imaginario de los demás, son encantadores y hasta complacientes con cierta empatía que siempre es falsa (si logras analizar con detenimiento verán que es sólo actuación dentro de juego sucio) pero, en gran mayoría, las personas no profundizan y no se toma el tiempo de ir más allá de la fachada, les pareciera más importante la forma que el fondo de la imagen que ven en los sujetos. Sólo los mueve su propio interés y pueden llegar a simular, “no a sentir”, amor, compasión, solidaridad, ternura, sentimientos de amistad; sólo hasta conseguir sus objetivos. Son” lobos con piel de cordero.” Pasan la vida, aparentemente, sin darle importancia a las cosas, manteniendo un hermetismo y vanidad conveniente, son seres que les cuesta cumplir con ciertas obligaciones y compromisos pero, a su vez, quieren destacar lo más rápidamente; por tal razón, usan a los demás como escaleras de ascenso. Para el psicópata, no hay nada raro en su forma de ser; al contrario, el problema lo tienen los demás. No sienten ningún remordimiento de sus actos; es más, para ellos, el débil es un idiota que pide a gritos anular su voluntad para ser manipulado, para que le mientan, para explotarlo y atacarlo con desprecio ya sea en el área laboral, de sus relaciones personales, sexual, etc.
Aunque la psicopatía se asocia a conductas delictivas, no siempre es así. De hecho, podemos encontrar rasgos psicopáticos en personas que nunca cometerían un crimen; no todos, necesariamente, tienen conductas violentas y el daño que puedan causar a otros es un daño invisible y no tanto físico. Son incapaces de ponerse en la piel de los otros. Nunca, podrán entender cómo te sientes pero si pueden entender cómo piensas; sentimientos como la felicidad y la alegría jamás los van a experimentar, poseen total desapego emocional. Son incapaces de sentir amor pero aprenden a imitar el romanticismo (son muy promiscuos y suelen comparar amor con sexo). Cuando la víctima muerde el anzuelo y se enamora (irremediablemente) de este ser, aparece el lado más oscuro y en el nombre del amor inyectan el más puro de los venenos; las víctimas, por lo general, no saben lo que ocurre pero si perciben que hay un grave problema. Un síntoma en la victima es la desestabilidad emocional; por tal razón, las personas, a veces, creen que es la victima la que tiene el problema porque el psicópata suele tener comportamientos muy camuflados y adaptados socialmente.
Los psicópatas, están donde quiera que exista una oportunidad y aunque la psiquiatría, según el DSMIV (Manual de diagnóstico de Psiquiatría), la considera un “trastorno” profundo de la personalidad no tiene cura y las terapias que implican programas conductuales no logran trascender con los psicópatas, porque estas técnicas tiene bases emocionales que involucran la capacidad de experimentar o ansiedad o remordimiento o miedo y estos sujetos, son incapaces de sentir emociones. Es irónico pensar que los psicópatas, siendo inteligentes, no puedan usar la inteligencia para controlar sus conductas; sin embargo, alguno afirmará que puede cambiar pero será una respuesta superficial porque, en su interior, siempre se sentirá normal y rara vez cambian su patrón de conducta que gira a beneficio propio.
Este trastorno de personalidad, se caracteriza por sujetos con rasgos inflexibles y aunque, el cine o la televisión nos han mostrado la cara más sangrienta y retorcida de esta patología mental en personajes como: Hannibal Lecter a través de “El silencio de los corderos.” Jason Voorhees de la serie de películas “Viernes 13.”O, en torno a la perturbadora y sombría historia de amor entre Joe y Love de la serie “You.” No podemos confundir la ficción que ha mostrado un perfil que no siempre es fiel a la realidad. La psicopatía, habita en nuestra realidad y marca un perfil muy característico en todo aquel que lo padece: Engañan, hieren y manipulan para lograr todo aquello que se proponen porque carecen de empatía desde su nacimiento y por tal razón, es imposible que puedan acceder al dolor o la felicidad ajena. El psicópata puede ser cualquier persona, tu amigo o amiga, tu vecino, tu pareja, tu jefe, tu hermano, tu hijo, tu madre, tu padre o, incluso, a la persona que vez cuando te miras en el espejo… Son, (como lo indica las raíces griegas de la palabra psicópata sean: psykhe - alma, actividad mental - y pathos - emoción, sentimiento, sufrimiento -) un “Alma en sufrimiento.”
“Tengo todas las características de un ser humano: carne, sangre, piel, pelo. Pero ninguna sola emoción clara e identificable, excepto avaricia y aversión. Está ocurriendo algo horrible dentro de mí y no sé por qué. Mis sangrientas lujurias nocturnas están empezando a apoderarse de mí, me siento letal, al borde del frenesí, creo que mi máscara de salud mental está a punto de desmoronarse.”
- American Psycho (2000) - Mary Harron
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TRASTORNO NARCISISTA
La etimología de la palabra narcisista, proviene de Narciso, uno de los tantos personajes que habitan la mitología Griega; sin embargo, no existen escritos griegos que narren en particular este singular mito; así que, lo que se sabe de Narciso es a través del poeta romano Ovidio, quien se especializó en recolectar relatos mitológicos griegos y adecuarlos para la cultura de su época.
Sin ser suficiente con el castigo que padecía la ninfa Eco por la diosa Hera, también debió padecer de enamoramiento hacia la espléndida belleza de Narciso (cazador joven y muy atractivo). Narciso, cruelmente se negó a aceptar el amor que sentía ella hacia él; la ninfa Eco (al sentir esa burla y desprecio) se retira a una cueva donde decide que su mente y su cuerpo fueran consumidos por la melancolía. El fin de Narciso, estaba destinado desde la respuesta que el sabio Tiresias dio, sobre si el recién nacido tendría una larga vida: “Sí, siempre y cuando nunca se conozca a sí mismo.” Para el final de este mito, existen dos versiones: La primera, donde Afrodita, hace que Narciso se enamore de su propio reflejo y se ahogue al mirar su rostro en el río; la segunda versión, donde Némesis, la diosa de la venganza, castiga el orgullo de Narciso en el inframundo, atormentándolo para siempre ver su propio reflejo en la laguna Estigia. El joven terminó muriendo de desamor...
Mitos como el de Narciso, permiten comprender el lenguaje mitológico como herramienta para la indagación de fenómenos mentales; así que, a través de esos escritos fabulosos se anclan asuntos con relación a: La vanidad, la melancolía, la soberbia, la locura, la muerte, el odio, el amor, la sexualidad y a todo aquello que concierne al temible sinsentido de la vida o el destino. En el lenguaje mitológico, la existencia se desborda con las acciones y actitudes de sujetos que se conjuga en la diversidad de sus narraciones, dentro de contextos que conllevan a pensar en el humano no sólo como un ser racional sino también, como un ser mítico sujeto a múltiples interpretaciones.
El trastorno de personalidad narcisista, se caracteriza por un patrón general de falta de empatía que tiende a devaluar a otras personas para poder mantener un sentido de superioridad, de adulación y de grandiosidad. El diagnóstico se realiza por criterios clínicos y quienes padecen de esta patología, también generan trastornos asociados a la depresión, ansiedad, personalidad histriónica, limítrofe o paranoide; son sensibles, son buenos para engañar y usar a otras personas para construir sus propios egos, tienen sentimientos de envidia y se molestan por las críticas de los demás, pueden contraatacar con desprecio, con saña e ira. El consumo de sustancias psicoactivas consigue convertirse, en algunos casos, el sostén para la vida de un narcisista. Las personas que padecen este trastorno de personalidad, irónicamente tienen fuertes complejos de inferioridad pero se proyectan, exteriormente, de manera arrogante y autocomplaciente; los narcisistas no aman las versiones reales de sí mismos; están enamorados de versiones que sólo existen en su imaginación y que consideran perfectas. Cuando un narcisista se está aprovechando de una persona piensa que le está haciendo un favor; es así, como justifican sus actos egoístas y malvados. Son muchos los rasgos que caracterizan a la persona narcisista, algunos tipos que se detectan son: el narcisista seductor, el mártir, el dependiente, el impulsivo, el embaucador, el imaginativo(fantasioso), el sensible, el perverso; entre otros.
El trastorno de personalidad narcisista lo pueden padecer tanto mujeres como hombres; algunos tratamientos como la psicoterapia psicodinámica por medio de técnicas (características como la asociación libre o el análisis de los sueños) permiten favorecer el equilibrio sano entre la conducta y la mente de los sujetos que padecen de este trastorno; la psicoterapia conductual, puede reducir los problemas que surgen en la vida de un narcisista. Sin embargo, la actitud narcisista del sentirse con derecho ávido hacia el terapeuta hace de este trastorno un padecimiento complejo de tratar.
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